Hacia una España Mejor

miércoles, noviembre 25, 2015

Nuevos políticos. Nuevas formas.

Los habitantes de la caverna tanto política como mediática andan estos días rasgándose las vestiduras por la actitud de los nuevos personajes que han aparecido en la escena política española y en los cuales se observa una actitud de cercanía, de empatía, de compromiso y de solidaridad con los ciudadanos, todo lo contrario de lo que hasta hace poco se carecía en la forma de hacer de la clase política de este país cada vez más encorbatada, trajeada, montada en coches oficiales y refugiada en los despachos o clavados en sus escaños y por tanto alejada de la realidad social y económica de los españoles. Estos cavernarios se escandalizan al ver como unos alcaldes, concejales e incluso presidentes de CC AA, se oponen con su presencia a que la policía lleve a cabo un desahucio o se ponen al frente de una manifestación o concentración ciudadana en defensa de sus derechos y libertades, son los representantes directamente elegidos por el pueblo y por tanto tienen la obligación de estar junto a él en todo aquello que pueda afectarle y que de hecho le afecta, negativamente. Estos trogloditas ponen el grito en el cielo argumentando que todo debe seguir el cauce legal por la vía política, cuando la historia, la larga historia, nos ha demostrado que jamás las personas han alcanzado altas cotas de bienestar como consecuencia de una iniciativa política en la que con anterioridad no haya habido presión popular de algún tipo. Los grandes logros sociales y económicos, el mayor o menor grado de bienestar, así como la salvaguarda y el derecho a las libertades individuales se han gestado o engendrado en la calle, en las fábricas, en los distintos lugares de trabajo, en los medios estudiantiles y en los casos de hambre, miseria y totalitarismo, echándose al monte. Pocos son los logros conseguidos por iniciativas parlamentarias o gubernamentales y los que se han obtenido han sido, la gran mayoría de ellos de poco calado y de menor incidencia en lo que a la consecución de una mejor calidad de vida se refiere. Lo normal, que debería serlo pero no lo es, es que las cosas, las cosas buenas y positivas para todos, se consigan desde la desde la racionalidad, la mesura y el buen entendimiento y no desde la protesta popular, fruto del descontento general, como lamentablemente viene sucediendo porque la clase política está en otras cosas que le afecta en lo personal, olvidándose de que hay millones de personas que lo están pasando mal, muy mal. Estos reaccionarios, tan reaccionarios como cavernarios, se “sublevan” por la aplicación de las nuevas formas y modos de hacer en política van, según ellos, contra la ley sin reparar, bueno, sí se dan cuenta, pero no quieren reconocerlo públicamente, en que cuando se produce cualquier movimiento social es porque la sociedad, en su inmensa mayoría, ha advertido que determinada norma va en contra de sus legítimos derechos e intereses, estos carcas lo saben pero hacen oídos sordos a las legítimas quejas y reivindicaciones de la ciudadanía. En lo que a mí respecta yo no conozco precedente alguno que confirme que una norma haya sido promulgada, reformada o derogada por pura iniciativa política sin que, como antes he dicho, haya habido protestas y movimientos en la calle. Lamentablemente y repito lo dicho, los políticos, los que hasta ahora ha habido, solo, en gran mayoría, ha habido excepciones, han actuado bajo presión. El pueblo es quien siempre ha escrito la partitura y al final ha sido el Gobierno de turno quien le ha puesto l música. Eso sí, cuando ya no le quedaba otra salida. Sí, las normas se pueden cambiar, hasta las más longevas, voy a poner un ejemplo que demuestra que esto es así y que estas centenarias leyes se pueden derogar cuando los ciudadanos, en este caso los españoles, se dan cuenta que de que determinada ley les perjudica y que realmente no sirve para nada con los nuevos tiempos. Todos recordamos que la ley que amparaba el servicio militar obligatorio fue derogada hace ya casi quince años, en el año 2000, después de 165 años en vigor, y que desde luego esa decisión no fue una dádiva que el entones presidente del Gobierno, José María Aznar, concedió a los jóvenes españoles, no lo fue en absoluto, fue como consecuencia de la constante protesta de los declarados y conocidos como “insumisos”, de los “objetores de conciencia” y de los movimientos pacifistas, después de décadas de protestas, de manifestaciones callejeras, de encadenamientos, de sufrir sanciones penales y de tener que prestar el servicio militar sustitutorio. Así de este modo se ha conseguido siempre el promulgar leyes justas y derogar o modificar las injustas. El método a emplear es antiquísimo y lleva camino de seguir siéndolo. Es de esperar que con los nuevos políticos, con las nuevas formas, todo cambie a mejor.

miércoles, noviembre 18, 2015

Preocupación por el empleo

En ocasiones lees una información o una noticia periodística y así a primera vista no le das la importancia ni le prestas la debida atención porque el contenido te parece tan intrascendente como irrelevante, pero siempre hay algún elemento extraño que hace que vuelvas a leerlo y entonces te das cuenta de que sí es importante lo que en esa información o noticia se dice. Hace unos días leía que el presidente de la CEOE, Juan Rosell, abogaba por “relajar” los derechos de los empleados fijos. Lo primero que me vino a la mente y más aún fijándome en la palabra “relajar” era que lo que el presidente de los patronos españoles pretendía, teniendo en cuenta una de las acepciones de este término, no era otra cosa que esparcir, distraer la mente de los empleados fijos de problemas y preocupaciones. Pero no, la cosa no iba por ahí, sino por el lado contrario, lo que Rosell pretende es aumentar los problemas y preocupaciones de los trabajadores con contratos indefinidos. Había un apartado en dicha información en lo que el máximo mandatario de la CEOE decía, muy claramente, que “hay once millones de trabajadores indefinidos que tienen ‘muchos derechos’ en comparación con ‘los muy pocos o prácticamente ninguno’ de los cuatro millones de trabajadores temporales”. En esa primera o ligera lectura hecha en un principio se podía llegar la errónea conclusión de que Rosell está por la igualdad “al alza” es decir que las diferencias entre los trabajadores fijos y los temporales no sean tan abismales, pero no, leída con la debida atención podíamos percatarnos sin error alguno de que lo que Rosell pretende es que sean los trabajadores con contratos fijos los que vean relegados sus derechos o sea, que sean los trabajadores fijos los que pasen a la condición el temporales aumentando por tanto el número de estos últimos lo que equivale al aumento de la precariedad laboral cuando lo que se corresponde es alcanzar la máxima estabilidad y seguridad en el empleo. Lo que no acabo de entender es ese trato entre malvado y taimado que con tanta insistencia pone de manifiesto el patrón de patronos considerando a los trabajadores como sus enemigos cuando en realidad son sus colaboradores. Una colaboración mutua que beneficia en mayor medida, mucho mayor, a los empresarios que a los trabajadores. Otra de esas noticias que en principio no nos dicen nada, se produjo también hace unos días cuando los medios de comunicación nos daban cuenta de que la iniciativa del BBVA, “Yo soy empleo”, había logrado crear 10.000 nuevos puestos de trabajo en dos años entre las pymes y a los autónomos adheridos al programa, mediante ayudas económicas a empresas y autónomos. El BBVA se ha mostrado más que satisfecho por estos resultados. Esta iniciativa del banco en cuestión sería perfecta, muy loable y muy encomiable si no tuviéramos presente el hecho del cierre de miles y miles de sucursales de esta entidad que han sido clausuradas en estos siete últimos años con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo por este motivo y por el hecho de haber reducido plantillas en otras, algo que viene siendo habitual en la actualidad. No, no hay preocupación por el empleo. Está claro que en el caso de Rosell se trata de culminar con un cierre “perfecto” la reforma laboral de Rajoy o sea, acabar con el empleo fijo y en el caso del BBVA acabar con los remordimientos de conciencia.

miércoles, noviembre 11, 2015

¿Qué hubiera sido de Goebbels?

Aunque sé que nunca es agradable resucitar a los fantasmas del pasado, me voy a permitir la licencia de referirme a un personaje que desarrolló una trágica pero importante labor en un intento por hacer realidad los delirios de grandeza de un demente llamado Adolf Hitler, me refiero a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania nazi. Este individuo cuyo narcisismo era más que notorio, estableció los principios de la propaganda a llevar a efecto y sobre los cuales y con el solo objeto de compararlos con la actitud que la mayoría de los españoles venimos observando en aquellos políticos del PP y tertulianos y comentaristas afines, señalaré algunos de estos principios. Son los siguientes: “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. “Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”. “Toda propaganda deber ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad de las masas es limitada y su comprensión escasa; además tienen gran capacidad para olvidar”. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otras vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite lo suficiente acaba por convertirse en verdad”. “Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa”. “Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines” -curioso y coincidente: No hacer mucho que Rajoy dio instrucciones para que se ocupen todos los espacios-. “Llegar a convencer a mucha gente de que “piensa como todo el mundo” creando una falsa impresión de unanimidad”. Mencionaba al principio el aspecto comparativo a llevar a cabo en esta reflexión, con lo que actualmente estamos viviendo. A diario oímos a políticos del PP y tertulianos afines, por cierto la actitud y los argumentos expuestos por estos pesebristas mediáticos intentando justificar la debacle de la derecha en el pasado 24M ha sido patética, lamentable y vergonzosa todo ello por no saber admitir una derrota dada su innata intolerancia, les oímos, repito, como intentan justificar los recortes que en derechos y libertades estamos sufriendo los españoles, argumentado que con el Gobierno de Rajoy los derechos y libertades se han ampliado. Algunos de estos “justificadores” han sido condenados por los jueces por “empinar” el codo más de la cuenta y llevarse por delante algunos coches correctamente aparcados y otros por mentir y calumniar y a pesar de ello siguen participando en las tertulias. También magnifican el que tener un contrato de trabajo por horas o por días, con un sueldo de hambre, es mejor que nada. Afirman que son tan reales como óptimos los números que nos cuenta el Gobierno y que por tanto la situación económica es buena cuando estos números no se corresponden con los que las familias españolas manejan a diario. La realidad es otra muy distinta y esto es algo que en millones de hogares se palpa diariamente. Según ellos, los españoles estamos pasando por una situación inmejorable. Efectivamente, no se puede mejorar, el Gobierno es incapaz de acabar o paliar la situación de miseria en que nos hallamos. Estos defensores del Gobierno dicen y tienen razón, que el incumplimiento de las leyes es algo muy grave, pero no critican la gravedad que supone el hecho de que el Gobierno apruebe o modifique en sentido restrictivo aquellas leyes que se refieren a los derechos y a las libertades ciudadanas. Esto lo consideran como “muy positivo”. Alaban el que desde el Gobierno se esté llevando a cabo la lucha contra el fraude. Por lo visto luchar contra los defraudadores es haberles concedido una amnistía fiscal. Dese luego hay que reconocer que es una lucha incruenta, donde no ha habido sangre. Todos estos son los mismos que defendieron la decisión de Aznar cuando nos metió en la guerra contra Irak y los que le apoyaron cuando este nos quiso embaucar con lo de la autoría del 11M. Goebbels fue, sin duda alguna, un mentiroso, un cínico, un embaucador, un manipulador, un estafador de las mentes, un terrorista que atentaba contra la inteligencia de los ciudadanos y en mi opinión estos políticos de la derecha y los tertulianos, cuyos nombre no creo que haga falta mencionar, no le van a la zaga. Sin duda alguna, de no haberse suicidado, Goebbels habría sido juzgado y condenado, con mejor o peor suerte, por el tribunal de Núremberg. Aunque aquí en España la democracia es tan permisiva y generosa que posibilita el que la mentira, el cinismo, la manipulación de las mentes, el insulto y la falta de respeto a la inteligencia de las personas formen parte de lo cotidiano, de lo normal, cuando, obvio es decirlo, ni lo es ni debe serlo.

miércoles, noviembre 04, 2015

La carta

Creo que todos recordamos aquella canción magistralmente interpretada en su día por Julio Iglesias y Raphael cuyo título era “A veces llegan cartas” y que en una de sus estrofas decía así: “A veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas”. Hace unos días aparecía en los medios de comunicación la noticia de la publicación de un libro firmado por el ministro de Exteriores, García-Margallo, en el cual desvelaba el contenido de algunas cartas dirigidas a él y rubricadas por distintas personalidades de la política, una de ellas pertenecía a José María Aznar y en la misma se refería a la guerra de Irak y en la cual le transmitía a García-Margallo que él, Aznar, creía que España “salió ganando” en dicha guerra. Desde luego y bajo el punto de vista de cualquier persona normal cabe llegar a la conclusión de que el contenido de dicha misiva tiene un fuerte sabor amargo y más que lacrimógeno, indignante. En dicha epistolar este descerebrado sujeto, me refiero, claro está, a Aznar, afirmaba que “España no participó en ninguna guerra y ni un solo soldado estuvo en Irak un solo día sin la cobertura indubitada de Naciones Unidas para la estabilización del país”. O sea que sí hubo soldados españoles en Irak y que desde luego no contribuyeron a la “estabilización” del país, a diario estamos recibiendo noticias que nos hablan de todo lo contrario. Creo, querido lector, que le habrá llamado la atención el que este cretino afirme que España “salió ganando” en esta guerra. En el supuesto de que sea cierto, que no lo es, que ningún soldado intervino en esa guerra, de forma más o menos directa si hubo intervención de distintas unidades militares españolas, particularmente como apoyo logístico a las tropas estadounidenses. Aznar quiere dar a entender que España no fue a la guerra pero si está muy claro, dolorosamente claro, que la guerra de Irak vino a España y que reportó unos resultados nada beneficiosos aunque Aznar afirme lo contrario, los “beneficios• se concretaron en 190 inocentes, asesinados, masacrados en los atentados a los trenes y casi dos mil heridos de distinta consideración. Aznar, muy posiblemente, no leerá este comentario, pero por si lo hiciera quiero recordarle que el reparto de “las ganancias” tuvo lugar el once de marzo de 2004. A lo mejor lo recuerda, aunque no estoy muy seguro de que así sea ya que a pesar de que han transcurrido once años la magnitud de este bárbaro atentado no es para olvidarla tan fácilmente como él, a la vista está, lo ha hecho. No puedo pasar por alto las recientes declaraciones de Esperanza Aguirre en las que aseguraba que España no fue a la guerra de Irak y que fue a la reconstrucción. O sea que Aznar estuvo a la reunión de las Azores para acordar la destrucción de vidas y haciendas en Irak para posteriormente reconstruir el país que como todos sabemos sale a atentado diario y sus principales ciudades están derruidas. Lo de esta señora resulta ya insufrible. Su demencia senil es más que evidente. No descubro nada nuevo si pongo de manifiesto el nulo respeto que Aznar ha demostrado siempre a la inteligencia de los españoles, su carta es un documento que solo puede escribir un imbécil que cree que los demás también lo son. A la vista de este tipo de manifestaciones solo queda decir que es aterrador el recordar que este individuo presidió el Gobierno de España durante ocho años y que durante los mismos se inició la burbuja inmobiliaria, el “milagro económico” de Rato bendecido por él y que fue el principio del fin del bienestar de los españoles. A veces llegan cartas…