Hacia una España Mejor

miércoles, septiembre 23, 2015

¿Ya no somos unos pervertidos?

Solía decir mi abuelo Costa: “Algunos harían muy bien en antes de hablar meterse la lengua en semejante sitio”. El BOE de 20 de julio de 1981, publicaba el texto de la Ley 30/1981 de 7 de julio, mediante la cual se modificaba la regulación del Código Civil en lo que a la separación matrimonial y al divorcio se refería. Dicha disposición, gobernaba entonces la UCD, con Adolfo Suárez como presidente del Gobierno y Francisco Fernández Ordoñez como ministro de Justicia, levantó un gran escándalo en los medios clericales y de la derecha representada por Alianza Popular, hoy Partido Popular, llegando al punto de que tanto al presidente del Gobierno como al ministro de Justicia se les llamó de todo y se les acusó de querer destrozar a las familias españolas. Hasta tal punto llegó la cosa que el arzobispo de Toledo prohibió a Fernández Ordoñez presidir, como era tradicional, la procesión del Corpus en Toledo en su calidad de titular del Ministerio de Justicia. Posteriormente hemos podido comprobar que destacados dirigentes del Alianza Popular y del Partido Popular se han divorciado, alguno de ellos en dos ocasiones y que vistos los antecedentes es posible que llegue al “triplete”. Por lo visto el divorcio solo destruye a las familias de izquierdas pero no a las de derechas. Más recientemente el BOE de fecha 2 de julio de 2005 publicaba el texto de la modificación del Código Civil en lo referente a los matrimonios y mediante esta modificación se legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo. Esta disposición fue recurrida por el Partido Popular en septiembre de 2005 y dicho recurso no ha sido retirado. Aquella decisión del gobierno de Zapatero hizo que la Iglesia y el Partido Popular pusieran el grito en el cielo hasta el punto de tachar a los que somos partidarios de que estos matrimonios se pudieran llevar a efecto de forma legal, de maricones, tortilleras y pervertidos. Es evidente que los que denostaron y siguen criticando duramente esta ley, lo hacen desde una perspectiva sexual y carnal y nunca desde la óptica del amor existente entre dos seres humanos que es lo que realmente debe primar y privar entre dos personas sean del sexo que sean. No es el aspecto carnal el que debe llevar a dos personas a unir sus vidas y sus destinos, si así fuera esta unión estaría de antemano condenada al fracaso, sino la querencia, el respeto y la tolerancia mutua entre ambas partes, si esto no se da el evidente que sobran todos los divinos sacramentos y el papeleo oficial. No, ni maricones ni tortilleras ni pervertidos. Los pervertidos son todos aquellos que critican este derecho de las personas a elegir cuál es su destino en la vida y fundamentan esta crítica en el hecho carnal o sexual. Al igual que a la derecha le ha sucedido en lo concerniente al divorcio le ha vuelto a ocurrir en lo del matrimonio entre personas del mismo sexo. El pasado día 18 el vicesecretario sectorial del Partido Popular, Javier Maroto, contrajo matrimonio con su compañero con el cual mantenía una relación sentimental desde hacía 19 años, hecho por el cual les felicito y les deseo la mejor de las suertes. A esta unión asistieron aquellos que en septiembre de 2005 presentaron y mantienen, un recurso contra esta ley que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo. Allí estuvieron y se fotografiaron con los contrayentes, Rajoy, Cospedal, Arenas, Casado, Floriano y otros destacados miembros de la cúpula popular dando su bendición y su beneplácito, desde el mayor de los cinismos, a esa unión entre dos personas que ante todo se aman y por tanto tienen todo su derecho a unirse de por vida si así lo consideran oportuno. Ante este hecho solo me queda resaltar en primer lugar una pregunta: ¿Los que estamos a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo ya no somos maricones, ni tortilleras ni pervertidos como se afirmaba desde la derecha, o solo puedan contraer matrimonio dos personas del mismo sexo que sean de derechas? En segundo lugar dejar muy claro que mi abuelo Costa tenía toda la razón del mundo.