Hacia una España Mejor

viernes, noviembre 30, 2007

¿Con la Iglesia hemos topado?


Siempre he dicho que si te tiran cañonazos no debes tirar confetis porque al final te revientan. Tienes que utilizar las mismas armas que tu adversario aunque ello pueda suponer que te pones a su misma altur
a. Siempre tengo presente aquellas escenas en el Coliseo romano cuando los cristianos salían a la arena llevando como única defensa sus rezos y sus cánticos religiosos. Al final se los comían los leones.
Al parecer el PSOE no quiere molestar a los obispos y no quiere hablar sobre reformas en la Ley del Aborto ni provocar un debate sobre la eutanasia. En esto último parece ser que al final nos tendremos que conformar con el testamento vital. Y por lo visto tampoco se piensa hablar de futuras modificaciones en el acuerdo Iglesia-Estado. Esto nos puede llevar a la conclusión de que aquello que dijo don Alonso Quijano a su fiel escudero: “Sancho, con la Iglesia hemos topado”, tenía su significado.
El problema es que el Gobierno socialista parece ser que siente respeto por la Iglesia, pero este sentimiento no es recíproco. No hay más que ver en que términos se han pronunciado los obispos sobre la asignatura de Educación para la Convivencia y que poco respetuosos están siendo con la Ley de la Memoria Histórica. No, no son actitudes paralelas ni mucho menos de mutuo respeto. La Iglesia, por mucho que el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, pida perdón por su actuación durante la República y la Guerra Civil, no ha pedido perdón por haber apoyado los desmanes de un dictador durante cuarenta largos años. La Iglesia no se formó ni se construyó para pedir perdón si no todo lo contrario, la Iglesia se creo para perdonar a los demás, pero no todos son los demás, depende de en que bando se luchó en la contienda civil.
Yo creo que tanto la reforma de la Ley del Aborto y la legalización de la eutanasia son dos cosas que demanda la sociedad y son dos cuestiones que tienen mucho que ver con la libertad de las personas a la hora de decidir sobre si mismas sin que nadie lo haga por ellas. Decisión esta que parecer ser quiere arrogarse la Iglesia.
Ni cañones, ni confetis, respeto mutuo y sobre todo que los ciudadanos, mayoritariamente, sean quienes tengan siempre la última palabra.